Yolanda Aguilar: «La violencia sexual mantiene y reproduce la impunidad, mecanismo que utiliza el sistema para darle coherencia a los grupos armados»
Publicado: 19 octubre, 2011 Archivado en: Conflicto armado, Derechos humanos, Entrevista 3 comentariospor Carolina Ibáñez
Yolanda Aguilar es feminista, antropóloga y terapeuta guatemalteca. Activista de derechos humanos desde la época de la guerra en su país de origen fue sobreviviente del conflicto y en 1994 pasó a ser integrante de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. A partir de eso crece en ella una necesidad de comprensión de su propia historia, pero también de compromiso y solidaridad para con las otras mujeres que habiendo vivido dramas similares pudieran superar esos momentos difíciles.
Actualmente dirige un centro de sanación, investigación y formación humanista y transpersonal llamado Q’anil que en nawal significa germen y semilla, retoño de la vida, es aliento y creación. En este espacio contribuye a la regeneración del tejido social guatemalteco y en lo que tiene que ver con el trabajo que se lleva a cabo con mujeres víctimas del conflicto. Apuestan a una perspectiva que propenda por la superación de la imagen de víctimas como sinónimo de vulnerabilidad e impide a las mujeres asumir un proceso de transformación con el que puedan salir del miedo, la culpa y las opresiones interiorizadas. Trabaja además con mujeres colombianas refugiadas en Ecuador y ejerció como jueza del Tribunal Simbólico contra la Violencia Sexual que sesionó en Bogotá el pasado 26 de septiembre.
Carolina Ibánez: ¿Cómo llegas a presidir este Tribunal Simbólico contra la Violencia Sexual? ¿Habías participado en otros tribunales?
Yolanda Aguilar: Participé en el Proyecto de Reconstrucción de la Memoria Histórica (REHMI), cuyo informe fue presentado el 26 de abril de 1998.Fue el primer informe que hubo en Guatemala después de la firma de los acuerdos de paz en 1996 y ya en 1998 en diciembre se realiza el Primer Tribunal de Conciencia contra la Violencia hacia las Mujeres. De los 5.000 testimonios que se recibieron, sólo 165 eran de violencia sexual y pocos de ellos referidos por las propias víctimas; en su gran mayoría fueron descritos por testigos, nadie nombraba su drama. Por espacio de cuatro años dirigí este proyecto. De manera un poco tímida se empieza a hacer el recuento y a nombrar la violencia sexual como tal aunque no eran vivencias referidas fundamentalmente por las víctimas sino por testigos, había mucho silencio al respecto.
CI: ¿Qué circunstancias posibilitaron la realización de este Tribunal en Guatemala?
YA: Para ese momento podríamos decir que el Estado guatemalteco era inexistente, así que este primer tribunal fue posible gracias a la gran movilización de la sociedad civil que quería romper el silencio, la impunidad que rodeaba el tema de la violencia sexual en contra de las mujeres mayas principalmente. Fue un gran trabajo desarrollado por parte de las organizaciones feministas, se actuó en redes y con pocos recursos pues aunque se celebraba el cincuentenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; no recibimos apoyo de la ONU, así que trabajamos con lo que teníamos a mano y con las ganas de investigar, de saber más sobre lo que había sucedido.
Esta primera experiencia fue muy exitosa, trabajamos apoyándonos en organizaciones de mujeres. Luego de ese encuentro y con el trabajo con varios cientos mujeres y varias lenguas empiezan a aflorar las historias de mujeres violentadas en el marco del conflicto interno armado guatemalteco.
Posterior a este trabajo y por haber sido coautora del mismo fui invitada a participar en el año 2000 en el Tribunal sobre Crímenes de Guerra de Índole Sexual durante la II Guerra Mundial en Tokio (Japón). Allá se querían visibilizar las agresiones de que fueron objeto las mujeres de países ocupados por parte del ejército imperial japonés, casos de esclavitud sexual acaecidos en el marco de la II Guerra Mundial y que implicaban a mujeres asiáticas obligadas a ejercer la prostitución en burdeles creados para tal fin.
Fue una gran conmoción para mí ver mujeres de más de 80 y 90 años que por vez primera asistían a un evento de esta naturaleza y que, también por vez primera, nombraban el delito, la agresión. Muchas de ellas murieron sin poder hacerlo.
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En esa oportunidad Yolanda Aguilar se negó a compartir una vez más su experiencia como víctima, convencida de que era necesario superar esa identidad, una convicción que se fortaleció al ver el trabajo, el tesón y la actitud de las mujeres sobre todo asiáticas que tuvieron el valor y la dignidad de reunir a varias mujeres que habían sobrevivido a la tragedia o a la violencia sexual y lograr que se empezara a hablar sobre lo ocurrido.
De regreso a Guatemala y ya segura del enfoque que debía guiar su accionar, Yolanda se articuló con otras feministas y organizaciones como la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG) y el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), colectivo mixto dedicado a la salud comunitaria y los derechos humanos. Las unió el interés por impulsar procesos de sanación, memoria histórica de sobrevivientes de violencia sexual durante el conflicto armado y la búsqueda de justicia. También se plantearon contribuir a crear condiciones que permitiera a las mujeres romper el silencio, salir del dolor, constituirse en sujetas de su propia vida e involucrarse en luchas comunes por la justicia y la construcción de alternativas de vida. Esta alianza formada en 2003 se nombró Consorcio de víctimas de violencia sexual a actoras de cambio: lucha de las mujeres por la justicia, conocida como Actoras de Cambio.
Entre 2008 y 2009 y cuando el Consorcio dejó de existir, la Coordinadora de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA) se sumó al esfuerzo posterior, así como Mujeres Transformando el Mundo y Asociación La Cuerda, ambas organizaciones feministas que aportaron la perspectiva legal y comunicacional.
CI: ¿Cómo lograron llegar a aquellas mujeres que vivían en los sitios más apartados del país y que nombraran los crímenes de que fueron objeto?
YA: Se hizo una gran convocatoria nacional a la cual respondieron dos organizaciones, luego se hizo un trabajo de mapeo durante dos años, se buscó en todo el país organizaciones de mujeres que trabajaban en áreas de genocidio y también organizaciones defensoras de derechos humanos en las mismas zonas de genocidio. El idioma nos significó un gran reto pues en Guatemala existen 21 idiomas mayas; finalmente se establecieron cuatro regiones y cinco idiomas. Fue necesario idear un método de intervención que requirió traductoras, promotoras y coordinadoras para poder llevar adelante este trabajo que ya no era estrictamente investigativo pues esta etapa ya se había surtido, Ya era un trabajo mucho más profundo de sanación desde la cultura maya para ahondar en los procesos que explicaban lo que habían vivido las mujeres y cómo lo habían afrontado, para acompañalas en sanar sus heridas y salir del miedo y del dolor. Se dio paso a la creación de grupos de autoconciencia.
CI: ¿Cuál crees que es el impacto más importante de la violencia sexual en una sociedad?
YA: El silencio. La violencia sexual mantiene y reproduce la impunidad, mecanismo que utiliza el sistema para darle coherencia a los grupos armados; implica así mismo un pacto patriarcal y salvaguarda los impulsos agresivos de los diferentes actores.
CI: Tuviste la oportunidad de conocer de antemano la documentación de los casos que se iban a presentar en el Tribunal en Colombia y también te entrevistaste con algunas de las víctimas. ¿Qué es lo que te ha llamado más la atención, cuáles son tus percepciones?
YA: Me llamó la atención que las mujeres en Colombia en su trato con el Estado se sienten revictimizadas, no se sienten escuchadas por el Estado. Y también derivado de ello, quizá porque en Guatemala cuando iniciamos este proceso lo hicimos enteramente desde la sociedad civil, me causa curiosidad que haya ese deseo de interlocutar con el Estado colombiano. Se habla mucho de políticas públicas, pero en este proceso es necesario prestar mucha más atención a las sobrevivientes, promoviendo que ellas mismas hablen de los que les pasó, pero sobre todo se potencien todos los poderes que les han permitido sobreviviry se apropien de sus dramas pero también de las potencialidades que todo este reconocimiento encierra. Las mujeres dicen que necesitan sanar sus heridas y yo creo que es necesario buscar nuevas formas para canalizar esa necesidad de hablar.
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