Recordando a Ana Fabricia Córdoba, un año después de su asesinato

El 7 de junio del 2011 fue asesinada Ana Fabricia Córdoba. Sólo entonces el mundo giró su rostro hacia el ejemplo de vida de esta mujer. Años de resistencia con el recuerdo de sus hijos sobre sus espaldas y el lastre del desplazamiento en razón de su pensamiento y accionar crítico. A propósito del primer año de su ausencia, hablamos con Humberto Perdomo, vicepresidente de la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos y abogado de Ana Fabricia, quien nos relató algunos detalles de su historia y del asesinato de Jonathan Arley, hijo de Ana.

La historia de Ana Fabricia

Ana Fabricia era una mujer que, por su historia de vida, era una líder innata. En consecuencia, desde que llegó a Medellín asumió como propia la bandera de la defensa de la comunidad, de la justicia, de la libertad de la gente: nunca se quedaba callada.

Cuando Fabricia llegó al barrio La Cruz, hace aproximadamente 10 años, la estrategia paramilitar intentaba consolidarse en términos de ciudad, tal y como lo logró luego. Ella tuvo que vivir la alianza que surgió entre Fuerzas Militares, Policía y paramilitares para tomarse los barrios. Nunca se quedó callada con esto y desde entonces fue referenciada por la Fundación. Pero la relación más directa se dio algunos años más tarde, entre 2006 y 2007, cuando ella empezó a sufrir, o mejor, siguió sufriendo las consecuencias de denunciar lo que estaba sucediendo con la estrategia para-estatal. Por estos hechos se fortaleció la persecución de la Policía Nacional hacia Ana y sus hijos, concretamente del CAI de La Cruz. Fueron víctimas de detenciones arbitrarias frecuentemente. Ana y los policías tenían una muy mala relación en razón de la posición que ella asumía, las diferencias se iban sucediendo con los cambios de patrulleros; es decir,  ella siempre tuvo conflictos con ellos.

En alguna ocasión, su hijo Jonathan Arley, quien después fue asesinado y por quien mataron a Fabricia, se fue un fin de semana con su novia y ese hecho se convirtió para el Comité en toda una jornada de búsqueda y denuncia. Mientras tanto, el pelado estaba haciendo cosas de pelado: se fue con su novia a pasear y no le dijo nada a la mamá. En ese momento fue cuando la relación con el Comité se hizo más cercana. En 2008 Ana se distanció y tras el asesinato de Jonathan Arley, el 7 de julio de 2010, volvió a acercarse al Comité. Nos contó su situación y exigió que la apoyáramos en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación en el caso de su hijo. Esa fue la relación con ella en los últimos años, además de algunas asesorías sobre cómo actuar ante los problemas con la policía.

Ana Fabricia era una mujer que pelaba como una mujer, no se quedaba callada y por eso hizo varias alocuciones sobre la muerte de su hijo y la responsabilidad de la Policía y los paramilitares. De ahí, creemos, es que proviene su asesinato. Siempre manifestó que estaba siendo perseguida, que tenía que dormir en varias partes, en fin. También se le asesoró en el tema de buscar medidas de protección materiales, a lo cual la Policía respondió planteando que era necesario que Ana se sometiera a un estudio de riesgo por parte de ellos mismos. Fabricia, por razones obvias, nunca se dejó hacer tal examen, teniendo en cuenta que los consideraba como sus enemigos, como quienes la perseguían.

Por eso nunca avanzaron nunca las medidas de protección, no fue como manifestó Germán Vargas Lleras, que ella simplemente renunció: Ana tenía razones causales para hacerlo, el problema del Estado es que jamás preguntó por qué no quería hacerlo.

Fabricia padeció la mano dura del paramilitarismo, pues murió en una zona de completo dominio de Los Triana, en la que no se puede matar sin su autorización, lo que quiere decir que ellos por acción u omisión son culpables de su asesinato. Luego de esto, su familia quedó a la intemperie en términos del riesgo que se cernía sobre ellos.

Lo cierto es que el caso por el cual creemos que la asesinaron esta en el olvido.

El caso de Jonathan Arley

El asunto de Jonathan está sumido completamente en el olvido, tanto del Estado como de los movimientos sociales y políticos. Jonathan era el mayor de los hijos hombres de Ana Fabricia. Era un muchacho de barrio, trabajaba en los buses, era un muchacho muy sano, no tenía relación con las bandas, le gustaba el rap, le gustaba el vallenato, le gustaba mucho la música. Y una noche cualquiera estaba en su casa y otro muchacho fue a buscarlo y le dijo que bajara al paradero de los buses, que Fabricia, su mamá, le había dejado un paquete. Incluso esa noche él tenía gripe; cuenta la familia que tomó un gorro de lana de las pertenencias de su bebé, pues vivía con su compañera y su hija, para abrigarse la cara y salir. Fabricia contó luego que recibió una llamada de él pidiendo auxilio, dando el nombre de una persona. Ella quedó muy asustada y llamó al otro día a la casa de Jonathan para saber sí había regresado. Le dijeron que no llegó en toda la noche. Por eso inició la búsqueda y en la morgue encontró a Jonathan muerto. No puedo dar más detalles de la investigación, pero todo indica que este joven fue asesinado por paramilitares en contubernio con la Policía.

La investigación no ha arrojado resultados y todo indica que se trata de una ejecución extrajudicial. Ana dio la vida por este hecho.

Recordando a Ana Fabricia

El pasado 10 de junio algunas organizaciones barriales, de derechos humanos y mujeres rindieron homenaje a Ana Fabricia con un acto de memoria en la sede cultural comunitaria del barrio La Cruz. Allí fue recordada a través de cantos, palabras, fotografías y alegría.

Su vida fue resaltada como ejemplo de lucha por los desplazados y las mujeres. Se le reconoció su condición de mujer, como luchadora incansable y tenaz. De origen afro, mantenía una manifiesta terquedad y el sabor de las sabanas africanas.

En medio de una acción comunitaria, se rindió homenaje a su vida. Y se dejó claro que Ana Fabricia Córdoba sigue presente en el caminar de la gente.



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